Merendar en Hortaleza

Fue estupendo aprender a partirme de risa contigo cerca
ahí, bajo la mesa del lavadero y al fondo del comedor
las primeras cartas de amor verdadero en el patio, y todo eso
tía, para mí el escudo del colegio es intrínseco a tu voz.

Subir al cuarto be de tarde en tarde
ahí estaban, esperándonos, pin y pon, leche y galletas
ay, los suaves besos de la abuela como en Volver
Ángela, mi abuela se llamaba Ángela
es pronunciarla
y se me inundan los ojos al recordar cómo veía ella su vida
a través de aquellas décadas de aquella España desolada,
y cada edad, y cada sangre, y cada hombre de vuestras vidas
y cada prosperidad
y cada nuevo día latente.

Vosotras dos sois quienes sois, sabes
y eso no me lo quita nadie.

¿Ves estos brazos? Pues nah más los quiero pa quererte
porque eres mi abrazo preferido, mi lado amable y mi domingo,
porque miro cómo miras a mi madre
y sólo quiero ser como tú, sólo eso
para mirar al cabo de tanto tiempo también yo así a mi hermana.



La diferencia entre mi avenida de la paz y ese mar de cristal
se reduce al privilegio de no llamarte Isabel, sino Tía Mari
porque, sí, me acuerdo de mi hada madrina cosiéndome Blancanieves
de la ruta del autocar y el niño que fue Guillermo
de los videojuegos, del Nesquick, de los power rangers
de Valle y Quimi
de Rafa y Edu, de Cova y Paula...

también de Kiro
y del pueblo
y del kioskero ese y de pasear las primas,
vaya si me acuerdo.

Creo que nunca me he olvidado de donde vengo
ni de dónde vinisteis con el himno a cuestas, caracolas...

yo no sé lo que es eso.

No sé con qué alma en vilo respiraste al enterarte de que Lola quería estudiar
y os había salío de izquierdas y valiente, la jodía
no sé el vértigo de oír en Televisión Española las cosas que por entonces se oían
ni las náuseas del fascismo, ni el machismo...
yo no sé lo que es llorar.

Yo no sé lo que es sacar la alegría adelante de entre trincheras
yo no sé lo que es cantar.

Cuando pienso en lo tuyo vivido
básicamente creo tener motivos de sobra para admirarte
no ya por los datos que pueda saber de todo lo que te pasó,
sino porque, cielo, la cara es el espejo del alma
y te la miro
y te la miro

porque vales lo que vales
y eso es más de lo que tengo.

Pero te digo que me acuerdo
que me acuerdo de todo esto y de más
pero sobretodome acuerdo de todo lo que nos queda por quedar

porque, Tía Mari, tu palabra es CERCA.